el_negocio_de_tener_un_taxi_0 (1)Un taxi es un medio de transporte público que permite desplazamientos “rápidos, confortables y directos”, principalmente en la ciudad. Usted puede utilizar sus servicios de varias formas, entre esas las dos más comunes: Pedirlo a la empresa o tomarlo en la calle. El gremio de los taxistas no tiene desperdicio y aunque no se puede generalizar porque hay unos que trabajan como debe ser, hay otros que hace mucho rato deberían estar dedicándose a otro oficio. He aquí mis apreciaciones con anécdota incluida.

Usted puede pedirlo a la empresa, pero ¿No sé si reír o llorar? Haga de cuenta que está pagando una promesa sin tener ni idea de que fue lo que hizo. Si es una hora normal, puede ser que le digan que en cinco minutos llega, los cuales se convierten en diez. Pero hágame el favor si es un viernes, está cayendo el diluvio universal, hay cualquier feria en la ciudad o es época navideña; entonces ahí la promesa es doble, con tres rosarios de ñapa y hasta caminata de rodillas (con frijoles incluidos) a la gruta de cualquiera de los señores misericordiosos:  El de Buga, Girardota, El Caído… Produce tal desespero que lo dejen en la línea con la sintonía de la empresa, que en ese buen rato usted alcanza a mandar al carajo a la nómina entera. ¿Y qué hace? Pues colgar y seguir con la lista a ver si alguno aparece después de que le han dicho “NO hay móvil” muchas veces, pero como uno es masoquista, vuelve e intenta otra hora más hasta que se convierte en HULK, tira el teléfono lejos y ya no va a ninguna parte. ¿Y por qué?  Pues porque ya está muy tarde, tiene mucha rabia, el maquillaje ya se le corrió y está que se muere de hambre.

Y si lo toma en la calle, digamos que es la última opción que tiene si ve que no hay como más devolverse para la casa, porque tiene los pies hinchados o está lleno de paquetes. Se encomienda a todos los santos antes de que pare, apunta placa, número de móvil, empresa, características del vehículo  y escanea al conductor; pero luego de subirse, lo primero que hace es sacar el celular y llamar a alguien a decirle a todo pulmón (para que el taxista escuche) que ya va para la casa en un taxi que cogió en tal calle y hasta coordenadas exactas da por si acaso.

Está muy bien que tenga estas opciones, pero ¿y el conductor? Ese “Fitipaldi” que debe tener el conocimiento y la autorización necesaria para manejarlo, ese que puede incluir la ejecución de técnicas de conducción defensivas y tiene la capacidad de controlar un cambio de marchas manual, ese que lo lleva donde usted le dice y llega con el corazón en la mano mientras ve el túnel en el camino; ese es el TAXISTA. Ese que debe ser capaz de comunicarse de manera efectiva y cortés con sus pasajeros, ¿Me vuelvo a reír o vuelvo a llorar? Porque si no lo bajan diez calles antes por avisar que pagaría con un billete de $50.000 (COP), le dicen que no van al sitio porque “No niña con estos tacos, hm yo allá no voy”, ¡A mí que me expliquen! O entre dientes saludan y ni espere que se despidan, pero lo peor de todo es la falta de colaboración con el pasajero, ni una ayudita para bajar las bolsas del mercado, ni para una maleta, ¡nada pues! Que falta de consideración.

Hasta eso me lo aguanto, pero ¿los confianzudos? ¡Vea hombre! Que me le opina el que lo llama a uno con el apodo cariñoso de mi amor, mami, nena, negra, parce, entre otras palabras que lo llevan a usted a pensar: ¡A ver! ¿Nos conocemos, somos amigos, cuándo me casé con vos, soy tu mamá, cuándo hemos salido? ¡Respete a ver!  No hay nada peor que lo traten con esa “integración” como si usted fuera parte de la vida de ellos, tampoco pues. ¡Cliente es cliente!

¡Y no me toquen ese vals porque me muero! Si no lo llevan en época navideña con “Mamá dónde están los juguetes”  a todo taco, en cualquier otra del año le ponen reggaetón como si usted tuviera que aguantárselo, porque no preguntan si a uno le parece bien, ¡puede llorar y pararse en las pestañas! pero la musiquita no se la cambian. Y váyase al otro extremo (que lo he vivido en carne propia) ir oyendo el santo rosario, o la palabra del divino en la emisora cristiana (respetable cada uno con su religión) que les digo pues que dos calles más y me bajo convertida.

Para ir finalizando, serían tan amables señores taxistas de no intimar preguntando cosas que ni uno se las cuenta a los amigos, gracias, que detalle. Y tampoco tengo porque oír sus historias personales “Que vea que mi esposa tal, que vea que mis hijos tal, que vea que la novia me puso los cuernos con tal, que vea parce usted no se imagina tal, que una señora se montó esta mañana y tal, que mi patrón tal». Y lo peor de todo es que le cogen tanta confianza a uno que hasta propuestas hacen:

Iba tan oronda en un taxi para un cumpleaños infantil y el mismísimo conductor de unos sesenta años comenzó a contarme sus infidencias: “Que vea niña hace tres años yo no tengo novia porque todas son unas “vagamundas”, que usted no me va a creer pero las usuarias cada rato me hacen propuestas indecentes, que como le parece que una usuaria se subió adelante y me dijo que ¿pa´dónde íbamos pues? Que mejor dicho ya no hay buenas mujeres… Y a propósito ¿Usted como se llama? ¿A usted no le gustaría que nos conociéramos? ¿Y porqué no salimos? ¡Usted se ve como decente!

¡AHHHHHH! No, es que si hay que ser muy de malas vida hp. Me demoré en contestar porque entre que procesaba la información y  le indicaba por donde giraba que ya llegaba a mi destino, le respondí: ¡Pues como señor, RESPETE, no ve que soy casada…¿Y usted ve esos cinco niños que hay ahí donde me va a dejar? ¡Pues son míos!